Estoy sumido en la oscuridad, pero eso es algo de lo que tan solo me percato una vez abro los ojos y veo el sol brillar entre las ramas de los árboles. Dicen que el dolor demuestra que estás vivo. Pues bien, el erizo que dormía a mi lado se ha encargado de recordármelo. Me muerdo el labio inferior para no maldecir mientras me levanto, sacudiendo la mano que he apoyado sobre el pobre animal. Lo veo huir y suspiro. Eso le pasa por pensar que durmiendo a mi lado por la noche estaría a salvo. Siempre igual, las ardillas y conejos que hay a mis pies también tuvieron el mismo pensamiento. -Yo no soy el mejor refugio para vosotros, volved a vuestras madrigueras-Les digo, y no es hasta que empiezo a caminar que me obedecen. Oigo un chapoteo y algunos pájaros me avisan con sus trinos de que ocurre algo en el río. Corro silenciosamente hasta allí, y me topo con una figura humana tendida en la orilla. Es una mujer joven, y está muerta. Al acercarme más, puedo ver a un bebé, empapado y rodeado fuertemente por los brazos de su madre. Protegido. Y vivo. #955 en FANTASÍA (20 de febrero de 2017)