El regalo más grande que se nos ha dado a todos los seres vivos es maravilloso, tenemos la libertad de elegir entre los caminos que nos formarán, una vez que se nos ha enseñado la diferencia de lo bueno y lo malo. Podemos disfrutar, reír, gritar, llorar y sufrir, para ir experimentando nuestro corazón, sin dejar que nadie pase por encima de nosotros. Sin menospreciar a nadie tampoco. Pero no es un regalo como cualquiera, de esos que vemos en una tienda y pedimos para navidad, de los que le pedimos a papá o a mamá, el vestido que le dices a tu esposo, o el reloj que viste en un aparador y le comentaste a tu esposa. Esos regalos que de cierto modo vienen y van, que momentáneamente te hacen feliz. Sin embargo, ese regalo es demasiado corto, en un abrir y cerrar de ojos sin darnos cuenta, sin percatarnos, ese regalo se ha ido esfumando y se nos escapa de las manos, como si solo durara una vida. La vida que se nos es dada antes de nacer, la vida que nos enseña y nos apremia. La vida que nos hace vivir experiencias, la vida que no queremos perder, esa vida que tal y como es... se pasa soñando...