—¡Vendo empanadas!—eso sonó vulgar.—¡Ricas y deliciosas empanadas!—si, definitivamente suena vulgar— ¡Tenemos empanadas de queso, pollo y carne! ¡Ricas empanadas! —¿¡A cuánto la empanada muchacha!?—gritó alguien desde el carro que estaba esperando a que el semáforo cambiará al frente del pequeño puesto de empanadas. Apuesto lo que sea a que me está pidiendo otro tipo de empanada. —Para usted—sonreí—, ni mierda.—le mostre mi hermoso dedo del centro y el semáforo cambió. Mire hacia otro lado y deje de gritar cosas de doble sentido. En realidad éste puesto no es mío, ni mucho menos vendo empanadas, pero por hacerle un favor a una muy importante amiga lo hago. Hace dos meses que estoy aquí, y ella; y mi padre son mi sustento. Solo espero que nadie me reconozca, sería un completo- —¿Señorita Eve?—preguntó detrás de mi la voz más hermosa que odie oír en ese momento.—¿Qué hace aquí Señorita?—Lo que daría por escuchar esa voz todas las malditas mañanas al levantarme. —Desastre...—susurré.