Existe un porcentaje de relaciones laborales que con el tiempo se vuelven algo más. Algunas terminan bien, otras terminan mal y muy contadas terminan de formas extrañas... Muy extrañas. No todos le gritamos al mundo lo que las acciones y palabras de otros nos hacen sentir, disimulamos con una sonrisa muy simpática y les hacemos creer que no tiene importancia. Pero sí, la tiene y mucho. No hay nada peor que vivir cerca de la persona a quien más odias. Peor aún, en su propiedad y solo por tener una hija en común.