Cuando mi madre me comentó el asunto de la mudanza, tenía claro el porqué de tal cambio, el porqué de abandonar tantos recuerdos de aquella casa y vecindario en el que crecí. El porqué era él, mi supuesto padre, y digo supuesto , porqué un padre no le hace daño a una madre. Si él hubiera sido un padre y se hubiera sentido como tal , no habría engañado a su familia. Durante años estuve tragándome ese gran secreto que poco a poco me fue consumiendo y que tan bien de golpe, hizo que tanto mi madre como mi hermano perdieran cualquier tipo de confianza que hubieran tenido en mí, y todo por su culpa, por no saber cargar con las consecuencias, por no saber respetar a su familia, y por hacer cargo a una pequeña niña de diez años de todos sus secretos, mentiras y engaños. Pero todo eso se acabó, el pequeño cajón en el que mi padre y yo escondíamos todos sus grandes secretos explotó y en consecuencia lo arrasó todo, hasta su familia.