He brindado por ti en la terraza, entre macetas que asocian la primavera con tus dedos, al fin y al cabo no puedo reprocharte nada, la vida está llena de caminos y yo para ti solo era una isla en mitad de ellos, un área de descanso, una gasolinera antes de la autopista. Tú tenías hambre y yo sed, tú una colección de sueños, yo un aval interminable de promesas, tu cosquillas en los besos y yo lágrimas en la lengua. Estábamos hecho el uno para los otros y lo otros siempre eran mejores que yo y las otras nunca han llegado a parecerse un poco a ti. A ti y a ese corazón que no te cabía en el pecho y esos pechos que no te cabían en las manos y esas manos donde mi vida bailaba y esa vida que ya no aceptaba otro baile. Te imagino aceptando el anillo ante un cura que hubiera cambiado de profesión por resbalar por tu escote. Jurando fidelidad como si nunca me hubieras conocido. Firmando sin temblar en un libro que jamás hubiera aceptado mi nombre. Recibe ese anillo en señal de tu desamor