Caminamos a lo largo de la senda, entre los Árboles, hacia donde termina la huerta, de puntillas para no hacer ruido y agachando de vez en cuando la cabeza, para que las ramas no nos arañaran. Al pasar por delante de la cocina, tropecé con una rama, alertando a Jim, el negro de la señora Watson, que estaba allí sentado, apoyando en la puerta de la cocina. Se levanto, estiro el cuello y dijo:
- ¿quién está hay?
Se quedo un rato escuchando; después, comenzó a andar hacia nosotros, parándose justamente al llegar donde estábamos, tan cerca que casi podíamos haberle tocado con la mano. Pasaron unos minutos, que nos pararon horas, durante los cuales no hubo ni un solo ruido. De repente, sentí un gran picor en el tobillo, pero no quise rascarme por temor a ser descubierto; luego me empezó a picar la oreja, y poco tiempo después, la espalda.
Continuará..