Querida Lucy: El primer día que te conocí, esa fría en mañana de abril, en la nueva cafetería, en el momento en que levantaste la mirada identifiqué algo en tus ojos. Sentí aquella adrenalina, que se esparce en ti al conocer a alguien rudo y desafiante, que te hace creer que vivirás al límite gozando de los riesgos tomados. Pero con el pasar del tiempo solo me di cuenta de una cosa. Nunca estuve tan equivocado en la vida. Aquella chispa en el caramelo de tus ojos, tu libre y despreocupado pelo, tus gastada y pequeña mochila azul, tus ropas tan casuales, y esas converse que tanto amas, esa pequeña pero poderosa chispa no significaba rebeldía sino la inocencia mas pura y sencilla.