Lo recuerdo perfectamente, eran las dos y media de la mañana, él me tiraba perlas pequeñas a la ventana para que me le abriera. Al entrar a mi habitación me agarró de las manos, me hizo un giro que terminó abrazándonos; de ahí me beso en el cuello y me dijo en la oreja, «Escapémonos juntos, escribamos nuestra historia ».