Levantarse 6 a.m, ir a trabajar, volver a casa, ir a cursar, llegar de nuevo a casa, leer un poco, acostarse. Eso de lunes a viernes, todos los putos días, distintos eran los fines de semana, que me levantaba tipo 10 a.m. decía buen día y me volvía a acostar en ese refugio donde todo encuadraba con mi estado actual. Al contrario del resto, que son anti-domingo, para mí ese era el día más hermoso de la semana, mi día estaba totalmente ocupado en ir a la cancha a ver el equipo que tantas sonrisas y llantos me robó, o en juntarme con amigos a ver el partido. Lo más importante de todo, era que el día siguiente al fin era lunes, y por suerte nuevamente iba a tener mi cabeza ocupada, y no tendría tiempo de pensar en cosas que no valen la pena.