¿Alguien vio alguna vez a una sirena? O… ¿A un tritón? Quizás… ¿Un platillo volador? De esas historias no tenía pruebas existenciales. Pero de los “Arcadios” sí. ¿Cómo son?... como yo. Sus manos perfectas… sus rostros y cuerpos tan hermosos que cualquiera podría llegar a creer que eran ángeles. Yo lo creí. Y me enamoré de uno de ellos. El más hermoso y valiente de todos los arcadios creados. André. Junto a sus acompañantes Anika; la pelirroja arriesgada y llena de vida, que se enamoró de la raza humana en cuanto me conoció. Byron; el rubio de presencia imponente y lleno de fuerza, que con una sola mirada podía amansar a las bestias más feroces. Iris; el ser más elegante que jamás habría podido llegar a conocer, era la fiel representante de la armonía. Por último André. Mi guardián y sanador. Los cinco nacimos con un propósito. Proteger. Como arcadios estábamos destinados a vivir entre humanos, con un solo objetivo, pero la vida no es justa. Los humanos no lo somos. La vida cambia y las personas también. En nuestro viaje los cinco jugábamos un rol importante, entre los cuales valorábamos la amistad, la fuerza y el amor. Ninguno permitido entre nuestro verdadero hogar. “Arcadia” pero gracias a estos mismos sentimientos logramos salvar a la humanidad y a nuestro hogar.