Ella me observó con una sonrisa de oreja a oreja. Sus ojos brillaban con intensidad como dos enormes luceros. Al colocar el anillo en su dedo anular, juro que fui el hombre más feliz de todo el mundo. Nada nos anunció lo que iba a ocurrir esa misma noche. Nada nos preparó para ello. Anhelo verla por lo menos una última vez. Sólo quiero despertar.
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