Constantemente nos invade un pensamiento interno, perpetrador de la conciencia que humanamente aleja de nosotros cualquier signo de bondad, restituyendo para sí el alma corrupta de la inmundicia; ignorando las mas leves señales de luz se oculta así de cualquier beneficio general, pues la particularidad del egoísmo humano oscurece todas las vías de escape de aquello conocido como maldad, maldad interna y perpetradora de la conciencia, resta poco menos que decir adiós sin mirar su rostro y otorgándole la espalda; no alcanzas a ver sus ojos en el espejo o siquiera los dientes en su sonrisa, solo un vació tan oscuro como el mismo abismo de los relatos antiguos, te rodea la muerte, y tu, inexpresiva, la abrazas a ella.