La víctima con Síndrome de Estocolmo se identifica inconscientemente con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad de la agresión de que es objeto, ya sea imitando física o moralmente la persona del agresor. Según coinciden varios expertos, la ayuda entre la víctima y el autor responde en gran parte a un objetivo compartido: resultar ilesos del incidente generado. El nulo control sobre la situación por parte del secuestrado le lleva, al parecer, a intentar cumplir los deseos de sus captores que, por otro lado, se presentan como los únicos que pueden resguardar la seguridad de la víctima.