Como cada mañana, Marlene recorría el andén cinco de la Estación de trenes de Retiro. Como cada mañana, extendía su mano sucia para que algún ser piadoso le depositase unas cuantas monedas. Luego de eso, y tras juntar algunos pesos, como cada mañana, se disponía a desayunar. Generalmente no se apartaba demasiado de aquella zona, porque luego del accidente sufrido a sus quince años tenía tendencia a perderse con facilidad.