Su pasado. Lo peor que cualquier persona siquiera desearía a su peor enemigo. Quería y necesitaba ayuda, pero nadie se compadecía por él. Sufrimiento, tristeza, frustración, sólo algunas de las palabras que encajan en su vida como un puzzle perfecto, sin espacios.
Temía por su vida y la de su madre. La mejor persona del mundo. No quería morir, aunque una gran parte de su mente le decía que lo haga, pero no quería ver a su madre sufrir más de lo que lo hacía. Golpes y abusos, insultos y sangre. A ambos, y no podían reaccionar de ninguna manera. Lo único que podían hacer es callar, y lamentarse en silencio. Nada más.
Un día, el mejor de todos, a pesar de haber sufrido mucho ese día, suceden cosas muy fuertes, emociones a flor de piel, extremas. No había una mitad, o era una o era otra. Tristeza o alegría. Arrepentimiento o seguridad. Ese día, conoce a la mejor persona que cualquiera podría haberlo hecho, la luz en su oscuridad, en el mejor día. El día de San Valentín.
Recuerda bien lo que voy a decirte, porque estas palabras son tan firmes como si vinieran de lo más alto: hoy será la ducha del gimnasio. Mañana, tu vida entera. Y tú serás tan ingenua como para ofrecérsela en bandeja.
En ese momento, nunca imaginé que hacer oídos sordos a esas palabras me saldría tan caro. Me las dijo allá por 2018, cuando pensaba que estaba exagerando y que todo lo decía motivada por un poco de celos. Era joven y estaba equivocada.
A pesar de todo, ¿cambiaría lo que pasó? Si miro atrás y pienso en todo lo que vino después, diría que no, porque si las cosas no hubieran sucedido exactamente como ocurrieron, no estaría en el lugar donde estoy hoy, a pesar de que fue una etapa llena de inestabilidad y caos.
¿De qué estoy hablando? Seguro te preguntas. De unos años clave en mi vida, los de Freen Sarocha Chankimha, donde aprendí que no todo es blanco o negro, que no puedo salvar a todos, y, sobre todo, que yo también necesitaba que alguien me rescatara.
Adaptación