- Lo siento - murmuró Amber evitando su mirada, apenas le salió la voz. Inmediatamente intentó escapar de ahí, sin volver a mirarlo. Ya había hecho demasiado el ridículo por hoy.
- ¿te conozco? - le detuvo agarrándola por el brazo y la miró frunciendo el ceño, intentando acordarse de algo.
- No - negó rápidamente e intentó irse otra vez, pero parece que la suerte no estaba de su lado.
- Ey ¿por qué tanta prisa? - se puso delante de ella otra vez, obstaculizándole el paso, haciendo que la chica maldijera en su interior
- No muerdo - dijo mirándola fijamente y una sonrisa burlona apareció en sus labios - bueno a menos que quieras que lo haga - le guiñó un ojo y ella lo miró asqueada.
Odiaba a los tipos como este, tan arrogantes, estúpidos, egoístas, cínicos... por lo que se armó de coraje y le contestó.
- No - espetó seca - lo único que quiero es que te quites de mi camino, tengo prisa.
- Vamos, no seas así, apuesto que te mueres por quedarte un rato más conmigo - se acercó bastante a ella, tanto que su rostro estaba a pocos centímetros del suyo. Permitiéndole a Amber, observar algunas hermosas pecas en el perfecto rostro del chico.
- Admítelo - susurró él, acercándose más
- Ni en tus más locos sueños - lo empujó haciendo que se alejara de ella - ahora, quítate de mi camino y déjame en paz - lo fulminó con la mirada
- Ok, ok, cómo ordenes, muñequita - una sonrisa burlona apareció en sus labios - nos volveremos a ver - le susurró en el oído
- No me llames así - contestó fríamente y lo esquivó, pero antes de alejarse por completo, se giró y lo vio mirándole - espero no volverte a ver nunca.
Se dio la vuelta y caminó rápido, sin volver a mirarlo.
- Adiós, muñequita - gritó para que le escuchara y la chica resopló molesta.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.