Sabía a ciencia cierta que involucraba al señor, que alguna vez, llamé papá.
Hace trece años, recuerdo que era una "pulga", tenía apenas ocho años, y mis hermanos, ni se diga, Xavier tenía cinco, Daniel tenía tres, y la menor, Adriana, estaba por venir. Mi habitación quedaba pegada a la de mi mamá. Un día la escuché llorar, pero no sabía la razón, sin hacer ruido entre al cuarto, y vi unas maletas hechas, eran de papá. El las llevaba a todos sus viajes, nunca supe bien a qué se dedicó, pero imaginé que iba a volver, como ya lo había hecho otras veces. Cuando mi mamá se dio cuenta de mi presencia, se secó las lágrimas, y me dio una sonrisa fingida, a mis ocho años, supe que algo andaba mal.
Mi papá a la par de mi mamá, me vio, y me cargó en sus brazos, me dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla izquierda, luego en la mejilla derecha y luego en la frente. Me bajó muy suavemente, como si no quisiera apartarse de mí, pero, lo hizo. Antes de coger sus maletas, le dio un beso a mamá, fue un beso largo, apasionado y sincero, nunca entendí porqué la besó de tal forma, si es que igual se iba a ir. Mi papá me miró, y lo miré fijamente, supe que no lo iba a volver a ver, por lo que me grabé su rostro en mi memoria. Era todo el poema que yo quería oír.
Me hice fría, un poco sarcástica y quizás tosca; lo pongo de esta manera a mis veintiún años, no me había enamorado aún, y la verdad no quería hacerlo tampoco. No conocía lo que era el amor, leía sobre eso en mis libros, y se quedaba en las páginas nada más.
Mi papa vuelve después de trece años, con un extraño completamente hermoso y con un plan completamente espantoso. Y así se desarrolla la vida como no la conozco.
Inspirada en Héctor, chico de la uni que conocí en 2024.
Tal vez las segundas oportunidades son así por algo, porque quizá en ella puedes aprender muchas cosas que quizá no conocías.
Porque Layter Karls llegó como el huracán de mi corazón, aquel que pasó en algunos meses, pero que marcó el final de mi historia.
Layter miró hacia el cielo y luego me miró y siguió jugando con los dedos de mis manos.
-¿Recuerdas que habías dicho que no te gustaba la oscuridad? -cuestionó en medio susurro.
Lo miré contemplando sus hermosas pestañas.
-¿Recuerdas que te dije que ya no le temo a la oscuridad? -inquirí como repuesta.
Layter me miró y ese reflejo de la luna llena hizo que sus ojos brillaran con cierta cualidad muy propia de él.
-Lo recuerdo -fue lo que respondió-. Y sigo esperando para saber cuál es el motivo de eso -me dijo mientras dejaba de mover mis dedos y me miraba expectante.
Suspiré, mientras sonreía levemente. Aún me daba algo de vergüenza decir ese tipo de cosas.
-No le temo a la oscuridad desde que te conocí -le dije y lo miré-. Porque en estos últimos meses, Layter, has hecho lo que ningún otro ser humano ha podido hacer por mí.
Él sonrió cómplice -¿Y eso ha sido?
-Cambiar mi manera de ver las cosas -le dije.
Él sonrió otra vez ampliamente.
-Quizá no solo haya sido de mi parte, Vicky. Porque tú también has hecho algo en mí que nunca podré olvidar -me dijo, emocionado, mientras sus hermosos ojos color marrones se llenaban de lágrimas.
Admitía que todo terminaría pronto, que ese sueño acabaría, pero lo que él me dejaría sería algo aún más especial de todo lo que podría pasarme en mi minúsculo intento de seguir una vida cotidiana.
Le sostuve las mejillas y me levanté, él hizo lo mismo.
-Me has enseñado tanto, Layter Karls, nunca olvidaré estos meses -le dije mientras le daba un beso en los labios.
-No me quiero ir -me dijo mientras recostaba su frente sobre la mía y cerraba los ojos. Podía sentir l