Sabía a ciencia cierta que involucraba al señor, que alguna vez, llamé papá.
Hace trece años, recuerdo que era una "pulga", tenía apenas ocho años, y mis hermanos, ni se diga, Xavier tenía cinco, Daniel tenía tres, y la menor, Adriana, estaba por venir. Mi habitación quedaba pegada a la de mi mamá. Un día la escuché llorar, pero no sabía la razón, sin hacer ruido entre al cuarto, y vi unas maletas hechas, eran de papá. El las llevaba a todos sus viajes, nunca supe bien a qué se dedicó, pero imaginé que iba a volver, como ya lo había hecho otras veces. Cuando mi mamá se dio cuenta de mi presencia, se secó las lágrimas, y me dio una sonrisa fingida, a mis ocho años, supe que algo andaba mal.
Mi papá a la par de mi mamá, me vio, y me cargó en sus brazos, me dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla izquierda, luego en la mejilla derecha y luego en la frente. Me bajó muy suavemente, como si no quisiera apartarse de mí, pero, lo hizo. Antes de coger sus maletas, le dio un beso a mamá, fue un beso largo, apasionado y sincero, nunca entendí porqué la besó de tal forma, si es que igual se iba a ir. Mi papá me miró, y lo miré fijamente, supe que no lo iba a volver a ver, por lo que me grabé su rostro en mi memoria. Era todo el poema que yo quería oír.
Me hice fría, un poco sarcástica y quizás tosca; lo pongo de esta manera a mis veintiún años, no me había enamorado aún, y la verdad no quería hacerlo tampoco. No conocía lo que era el amor, leía sobre eso en mis libros, y se quedaba en las páginas nada más.
Mi papa vuelve después de trece años, con un extraño completamente hermoso y con un plan completamente espantoso. Y así se desarrolla la vida como no la conozco.
En la cima de la montaña, el aire es más frío y el silencio más ensordecedor. No es solo la nieve la que cae en el descenso, también lo hacen las certezas y los miedos. En el mundo del snowboard, cada salto es un riesgo y cada curva puede cambiarlo todo.
Sue Harper ha pasado su vida deslizándose entre expectativas y sueños, buscando algo más que aplausos: la certeza de que su lugar en la cima le pertenece. Pero cuando la línea entre la ambición y los sentimientos se vuelve borrosa, el verdadero desafío no está en la pista, sino en mantener el control cuando el corazón quiere lo contrario.
En un espacio donde la lealtad, la rivalidad y la libertad chocan como avalanchas, aprender a confiar puede ser más peligroso que cualquier caída. Porque el hielo guarda secretos, y a veces, lo más difícil no es llegar arriba... sino no perderse en el camino.