- Daniel, ya he conseguido solucionar el problema por el cual acudistes a mí, ahora márchate.- dije abriendo la puerta
- Sabes que yo....
- Sabes que tú sólo eras mi cliente- le interrumpí mientras miles de lágrimas recorrían mis mejillas.
- Pero Clara, tú....
- Yo te odio, imbécil- le interrumpí cerrándole la puerta en las narices y él se marchó.
Deslicé lentamente mi cuerpo por la puerta hasta quedarme sentada. Escondí mi cabeza en las rodillas y comencé a llorar más fuerte.
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