Él siempre iba a la misma cafetería todos los días, puntualmente a las 6:15 a.m cuando se despertaba para ir a trabajar y a las 1 a.m que era generalmente y si no tenían mucho trabajo la hora en la que salía de la oficina, pero igual iba por un café para mantenerse despierto. [...] Pero antes del accidente nunca se le había ocurrido ir a una cafetería, pero cuando la conoció ya no se le ocurría otro lugar donde desayunar y tomar un café para mantenerse atento. La Chica del Café le había dado a su vida un giro de 180 grados y no tenía ganas de volverla a girar.