Hace dos años que lo conocí y caí inevitablemente en sus redes. Y, como es natural en estos casos, fui a dar a la Friend Zone. Si, amigos, Friendzone. Aquel lugar reservado para almas en pena y condenados a muerte lenta. Nunca pensé que descubrir el secreto de un compañero me metería en un mundo donde me rodearía con sicarios, zorras y ladrones y todo esto mientras estaba aprendiendo a seducir. O al menos tenia el valor para comenzar aquella misión suicida. Un jugador de fútbol llamado Mauricio entraría a mi vida con la única finalidad de hacerme mandar al diablo los prejuicios y hacer tambalear mi decisión. Destrozando la poca estabilidad emocional que me había costado tanto alcanzar. ¡Vaya lio! Declararse nunca ha sido tan difícil. ¿Y seducir? ¡Menos!