Yo siempre he dicho que la vida comienza persiguiendo un sueño y termina con haber aprendido algo de él. En algunos momentos nos sentiremos decepcionados con su fracaso y en otros nos sentiremos satisfechos por haber dado un paso más, un paso que nos acercará a la meta, pues más allá de esa meta, está ese sueño escondido, ese sueño que tanto tiempo hemos estado buscando. Mas nunca digas nunca porque a pesar de las dificultades se acaba consiguiendo.
Esta es la historia de Francisco Litonne, un joven que desde siempre había soñado con ser el mejor matemático de su país. Había trabajado muy duro y había terminado sus años de universidad con orgullo y esfuerzo. El día de su graduación, lo cual significaba el fin de su carrera, se enamoró de una chica hermosa, con aspecto altivo y mirada sonriente, a pesar de su casi incontrolable timidez, se acercó a ella y fue en ese preciso instante en el que el destino quiso que sus corazones se unieran en uno solo; así que después de cinco grandes años como novios se casaron y comenzaron a vivir juntos. Ángela, que así se llamaba la chica, era española así que en su aventura por vivir en una misma casa se mudaron a Madrid. Fue dos años después cundo Ángela descubrió ese sueño que durante toda su vida había estado persiguiendo a Francisco.
Un buen día, como todos los que ella pasaba al lado de aquel hombre tan humano, descubrió, por, quizás una casualidad del destino (tan inesperado como siempre), un pequeño letrero que dos hombres robustos y altos estaban colgando encima de un almacén, el letrero decía: >. Cuando leyó eso, Ángela fue corriendo a su casa, la alegría que la inundaba al descubrir que se abría una puerta para ese sueño que tanto tiempo llevaba persiguiendo su marido era inexplicable.