Las palabras no duelen a menos de que nos importe quién las dice. Y aunque ya había pasado tiempo desde que se dió cuenta de que en los peores momentos estaría sola las palabras siempre le provocarían el mismo efecto que la cebolla con los ojos. Y mientras sus mejillas se humedecían, ella no paraba una y otra vez de decirse que solo era temporal para que el "sentir" ya no la volviera a desbaratar. ¿Qué con un "sí" empiezan las aventuras? Por favor. Ella la comenzó con un "no".