Siento como sus largos y fríos dedos envuelven mi cuello. Sin siquiera sopesar imponen más presión, un hilillo de sangre se escurre por la comisura de mis labios. Tus ojos me miran con odio, pero muy dentro de ellos se nota la tristeza, tristes por ser traicionados. Cada vez que los miro fijos aquellas orbes azules como el mar me atraviesan el alma como una aguja.