Lyssa no era una princesa. Lyssa era un príncipe valiente y bondadoso, justo como los de los cuentos. Pero Lyssa no entendía porque nadie lo veía. Lyssa dibujaba suaves líneas de colores en el mapa del futuro. Lyssa vivía en su propio mundo, fantaseando con matar dragones y salvar princesas, como buen príncipe que era. Lyssa se negaba a aceptar la realidad que la rodeaba: Los coches en vez de caballos, los edificios en lugar de palacios, los chicos que reían con crueldad y las chicas con lenguas afiladas que murmuraban a sus espaldas. Pero todo eso no importaba. Porque Lyssa estaba dispuesta a convertirse en el héroe de su propia historia.
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