Él y yo hablabamos, hablábamos noche tras noche, reíamos, llorabamos, leíamos y jugueteabamos. Él y yo éramos muy distintos, completamente distintos, yo, una zorra amante de la poesía y él, un prototipo de conquistador analfabeta, nadie lo conocía realmente, nadie sabía quién era realmente. Él y yo temíamos, le temía a la humanidad, a mi me daba asco. Él era la ultima persona la cual me despedía, yo era la primera persona la cual él veía en la mañana. Él seguía al montón, él temía la ignorancia. Él es, fue y será, mi ultima palabra en la noche.