“El pasado es algo subjetivo a lo que nuestra mente quiera recordar, una subjetividad superior a la del propio pensamiento ya que no somos capaces de controlarla, manejarla, adjetivarla; o si no, ¿Cuántas veces olvidaste cuando no querías olvidar? ¿Quién olvida entonces, tú o ella? Pero a veces, solo a veces, el individuo intenta manejar el pasado, ser dueño de la subjetividad y borrar lo imborrable y esto, produce profundos trastornos que se agravan según la madurez del individuo. Sentimientos de odio e ira irreales ocultos tras la coraza más débil que el ser humano ha sido capaz de crear: seres sin valor, sin espíritu.” Exactamente eso era yo, un ser sin espíritu, deseando olvidar, utilizar el borrador rojizo de mi lápiz e introducirlo en mi cabeza para tachar y desaparecer la historia o la pequeña parte de mi historia hasta los 20 años. Pero entonces me preguntaba si lo que me faltaba por vivir sería peor o mejor de lo que imaginaba y su sonrisa casi perfecta aparecía en mis pensamientos cuando intentaba ver mi futuro, un futuro donde muy bien sabía que él ya no estaría, solo los seres más detestables a mi alrededor como si esto fuese un castigo de mis errores.