-¿Qué haces? -murmuré, mirando como sostenía fuertemente mis muñecas, haciendo que estas dolieran mucho.
-Lo que quise hacer en mucho tiempo, Emma. - sonrió victorioso.
-¡Déjame! ¡Suéltame, maldita sea! -grité con todas mis fuerzas, intentando zafarme de su agarre.
-No lo haré, no te soltaré. ¿Sabes por qué? Porque quiero hacerte mía, quiero hacerte gozar, quiero darte placer. ¿No es eso lo que me pedías? Pues lo tendrás. -dijo el chico de cabello color castaño claro, mirándome atentamente.
-¿Qué? No puede ser. ¿Tu eres...?-murmuré levemente. Mi voz se entrecortaba, y mis ojos se cristalizaban. Me interrumpió.
-Si dulzura, soy yo.