Cuando lo vi sonreír, algo se prendió dentro de mi, queriéndome destrozar las entrañas, y aunque ya no sentía nada por el, el estomago me daba un vuelco, y su olor me atraía como a las abejas les atrae lo dulce, el era el polen y yo la abeja. Sentía como se apoderaban de mi las ganas de acurrucarme en su pecho, sentirlo y besarle por una ultima vez. Sabia que no sucedería, que jamas pasaría. Pero tan solo pensar en que pasara hacia ponerme a temblar, tal vez de nervios, tal vez de miedo, tal vez de algo que yo no conocía aun. Estos serian los últimos minutos que pasaríamos juntos, pero el no dijo nada. Estábamos sentados en lo oscuro, viendo como llegaba el siguiente día, el volteado hacia un lado de modo de que no lo viera y yo mirándolo. El dijo algo con la voz rota, tan bajo, casi como un susurro, lo suficientemente bajo para que yo no lo lograra escuchar, pero cuando lo escuche sucedió un...