Gerard llevaba una vida casi normal. Digo casi, porque no era como el resto de los adolescentes, para nada. Odiaba ver las cosas fuera de lugar, era pulcro, y siempre tenía todo en orden. Era un 'niño modelo' como lo llamaban algunos, aunque a él no le importaba mucho. Pero no era un raro, ni de lejos. Tenía una novia preciosa, asistía a una escuela privada del más alto nivel desde siempre, y era popular además de tener las mejores calificaciones de la clase. No había tiempo ni lugar para desperfectos en su vida. Hasta que esa mañana de un lunes, ese nuevo compañero lleno de tatuajes y con el uniforme desarreglado entró al salón. Gerard lo supo apenas lo vio. Frank iba a poner su vida fuera de orden.