Cansada, ojerosa y sin vida. Así es como se veía Nina a diario en el espejo de la cómoda; cada día es una lucha interna consigo misma, cada día aún peor que el anterior. "Silencio pequeña Nina, no querrás que te queme la lengua" su risa frenética y enferma se repite en su mente haciéndole un nudo en el estómago y así es todos los días, sonrisas falsas para mamá, abrazos hipócritas para papá y llantos interminables dedicados a la luna y a ese maldito ser que un día la rompió.