¿Quién está ahí? - Preguntó mi pequeño, Daniel, mientras señalaba la piedra que rezaba "Edvard Green 1998 - 2030". Tras meditarlo sólo un poco, le expliqué que ahí yacía mi primo Edvard, quien había fallecido hacía cinco años. Jamás lo conoció, pues Green murió cuando Daniel tenía apenas 2 años, es por esto que no le afectó mucho ver esa lápida.
Más algo era seguro, Daniel era un ser curioso por naturaleza, y comenzó a indagar sobre su muerte. Sin embargo, yo me mantenía con cierta incomodidad por contarle... Quizá a él no le ocasionaría tanta impresión, pero yo, yo sentía cierto malestar, una incertidumbre que se me acumulaba en el fondo de mi ser.
Creí que sería buena idea intentar desviarme del tema, pero Daniel seguía buscando respuestas...
Siempre me he sentido orgulloso de su curiosidad, mas no creo sea esta la mejor manera de cultivara...
A pesar de todo ello, terminé cediendo a la dulce mirada de mi hijo, la cual connotaba deseos de saber.
"Verás hijo, tu tío Edvard vivía aquí en Faronia, vivió 30 años rodeado de estas increíbles montañas verdes, y acompañado de los animales que hoy tú adoras. Pero, como la abuela Delia había enfermado, y siendo él el mayor, tuvo que ir a buscar trabajo para que trataran en un buen hospital a tu "Tita Lila".
Así que, dejando su trabajo como herrero partió a Ciudad Mecánica... - ¡Ahí es donde vas a trabajar! - Gritó entusiasmado, y con ese rostro de sorpresa que sólo los infantes tienen. Sin embargo, yo sólo asentí mientras continuaba relatando, con la mirada perdida viendo hacia algún punto de Ciudad Mecánica, que se veía a lo lejos, luego de una carretera bastante larga.
En medio de su batalla más dura hasta la fecha, Son Goku acabó en un lugar completamente diferente, donde la magia, los mitos, las leyendas y seres ancestrales estaban aún más presentes que en su mundo.
- ¡Espera!, ¿donde dices que estoy? -
- Sabía que tus heridas son graves pero no lo suficientes como para causar amnesia... Estas en una de las siete grandes de naciones de Teyvat...
Teyvat... Esa palabra había resonado en su cabeza, olvídandose por completó de su estado o que previamente había luchado a muerte por el destino de la Tierra, dejó que su mente le mostrará una imagen.
La de una chica con un par de cuernos semejantes a los de una cabra.