El precio a pagar por los pecados cometidos en el cielo es muy alto. Y siempre debe saldarse.
Un arcángel caerá, perderá las alas, su rango y será apartado de todo lo que conoce, para terminar en un lugar que siempre observó pero al que nunca quiso pertenecer.
De las cenizas del pasado de las alas de un arcángel sale un demonio. Y los demonios no conocen la bondad, se rigen por los pecados capitales de la tierra que habitan, y a veces, cuando aquel demonio se vuelve poderoso puede acabar con todo.
Sin embargo todos tienen su talón de Aquiles.
El mismo arcángel Gabriel se encargó de atormentar, sin descanso alguno, a su hermano, el nuevo ángel caído, metiéndose en su conciencia asiendo que cada día que lleva hasta el día de hoy en la tierra, se arrepienta de su pecado.
Su codicia, el deseo por el pecado carnal con una mortal de tan solo dieciséis años (oh bueno, eso tendrá dentro de diez años), fue su peor enemigo, olvidado que habitaba entre santos y ángeles no se preocupó de tener su mente pura, de no ser descubierto pensando en el deseo por poseer una adolescente humana, su hermano, Gabriel, -considerado como el favorito del soberano Dios- fue el descubridor de los pensamientos impuros del arcángel con quien comparte su sangre, decepcionado por lo descubierto, pero sobretodo consiente de que su hermandad no podía dominar sobre las leyes estipuladas por el todo poderoso.
Tomo la difícil decisión de despojar a su hermano menor de sus alas, la cuales indicaban su gran rango entre la jerarquía angelical y su estadía en el cielo, que ahora serian remplazadas por una gran cicatriz en su espalda en forma de V invertida, la cual se le atribuida a un pasado amargo, pero antes que nada Gabriel se encargó de que su hermano no se olvidara de tomar una pluma de sus alas antes de que estas en la caída -la que sería fuerte por su rango como arcángel - se prendieran fuego para esfumarse apenas toque el suelo pecaminoso de la tierra.