Desde el primer momento en que la vi, ella había llamado mi atención. Al principio no sabía si era amor, o simplemente una fuerte admiración hacía todo lo relacionado con ella, hasta el punto de llegar a pensar que me había vuelto loca. En clase no dejaba de mirar sus delicadas manos al escribir o dibujar; su precioso pelo al caer bajo sus hombros o al enredarse levemente entre si mismo; sus ojos cuando miraba un punto fijo estando pensativa o cuando meditaba qué era lo que debía trazar en el papel; sus largas pestañas con una leve capa de máscara del día anterior; e incluso su delicada y al mismo tiempo fuerte espalda que puedo ver cuando se sienta frente a mi. Nunca me había enamorado de una chica, muchas habían llamado mi atención, pero ninguna como ella, ¿realmente me había enamorado? ¿en qué momento había ocurrido? ¿cómo hacérselo saber? ¿qué pensaría ella de esto? Tenía tantas preguntas, que olvidaba que no tenían respuesta, salvo una. Había algo que tenía tan claro que ni siquiera necesitaba plantearme, y es que, lo único que sabía, es que nunca encontraría a alguien como ella.