¿Si nos conocemos?

En los años 1855 nació una bella bebe, cabellos castaños oscuros como madera. Ojos como café, aquel café que a cualquiera le quitaría el sueño. Labios rojos como aquellas rosas que tanto le encantaban a su madre. Manos y pies pequeños, aquellos que no paran de moverse. Esa bebe de piel morena, que daban señales de que seria una hermosa joven. Ella es Elizabeth Darcy, hija de la familia más adinerada del estado. Pero a pesar de las pretensiones de sus hermanas, ella era muy humilde y era lo contrario a toda su familia, la crió su nana Nancy, aquella señora que le dio el amor que sus padres no le daban, aquella señora que le enseño muchas cosas, una de esas la humildad. La chica veía clases en casa, ya que no le apetecía ir al instituto.

Cuando cumplió 16 años la mandaron a un instituto que parecía un internado. Solo salia los fines de semana e iba con sus padres para navidad y verano. Un día común llego un chico muy humilde. que llego allí por medio de una beca. A Elizabeth le llamo mucho la atención aquel chico moreno, parecía de otro país, ojos oscuros, podría confundirse con el negro azabache. Cabello ondulado y negro, alto y con buen porte. Elizabeth no sabia quien era, solo sabia que le llamaba la atención. Pasaron los días y un jueves se lo encontró en el comedor, nadie se le acercaba por ser becado, por ser humilde, pero eso a ella no le importaba, solo quería hablarle. Ese mismo día otros chicos quisieron meterse con él, lo insultaban, lo empujaban y aquel trato enfureció a Elizabeth, lo que hizo que botara la bandeja con la comida y saliera caminando a paso firme y decidido hacia aquel nido de chicos idiotas y sin oficio alguno.

-Déjenlo- dijo entre dientes, mirando con furia a aquel que parecía el líder del grupo.

-Déjenlo en paz.

-Ayy, la niña tonta viene a defender al pobre muerto de hambre- Dice con un tono de voz dulce muy fingido.

-¿Acaso no sabes que el pobre este es becado?

-No me importa, déjenlo.