Tres meses después de aquella fría despedida, me he instalado en Madrid, estoy viviendo como he querido siempre, independiente, mi casa, mi trabajo en mi ciudad. He encontrado trabajo en un periódico de tirada nacional, solo escribo una pequeña columna una vez a la semana, pero estoy compaginandolo con un trabajo como camarera. Es inevitable no pensar en él, por eso intento llenar todos mis huecos y no parar, si dejo que mi mente piense, me hundo. Si fui yo quien le pidió que se marchase, necesitaba pensar en mi, volver a verme reflejada en el espejo, sentir que volvía a tener las riendas de mi vida. Era incapaz de siquiera pronunciar su nombre, mi familia no me preguntaba por él, pero mi madre siempre me miraba con recelo, como reprochan dime mi equivocación. Si, puede que me haya equivocado, pero necesitaba volver a tener mi vida, aunque a quien quiero engañar lo echo de menos, necesitaba saber de él, escuchar su voz, sentir sus manos, empezaba a creer que me había equivocado.