Japón, Tokio. 1694. La tortura por parte del imperio a la que el pueblo estaba sometido, avanzaba sin visible brotes verdes ni maneras de detenerlas. Con las torturas por un lado, y las plagas y enfermedades por otro, la población estaba disminuyendo considerablemente. Pero entre todas las personas con miedo que recurrían al suicidio, todavía quedaba un samurái con valor. Takahashi Hirogana. ¿Conseguirá esta última gota de esperanza alzar un ejército de la nada, para combatir la tortura del imperio? ¿O fallecerá, dejando que la población de Japón se extinga? Nadie lo sabe, porque en estas palabras no hace falta desperdiciar saliva. Sólo lágrimas.. Porque la sangre derramada por la espada de Takahashi, es sangre de Justicia, sangre de esperanza y dedicación a su gran talento. aniquilar a los injustos.