Nunca me lo había preguntado antes, hasta hoy. Y no ha sido cualquier cosa. Fue en realidad como un suspiro a medias que obstruyó mi respiración por completo y me hizo despertar de un salto. Me aferré con fuerza al edredón que me cubría para asegurarme de que seguía en una pieza. Luego, explotó sobre mi la bomba que me mantuvo despierta las siguientes dos horas, era esa perversa interrogante que había estado evitando: ¿si muero mañana?
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