Y de repente, una noche empiezas a escribir aquello que siempre has necesitado sacar de ti y nunca has podido. Notas cómo la tinta dibuja las palabras en el folio; cómo los dedos presionan sin querer las letras del teclado en tu ordenador, y aparecen: aparecen microcuentos, micropoemas, microvidas. Y vuelves a sentir de qué manera tu desastre no es tan caótico como siempre porque queda esperanza entre líneas. Leed esto únicamente si vais a sentirlo casi tanto como yo cuando lo escribo. Solo os pido ese favor.
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