Hoy me he despertado, he ido a avisar al Sargento para ir a comprar esa maqueta juntos, tal y como me había pedido ayer. A mi me encanta ir con el Sargento a comprar las maquetas, y a él le encanta que yo le acompañe. Siempre que vamos a a comprarlas nos desviamos o a la ida o la vuelta por otros caminos que nos llevan a lugares desconocidos, o lugares de la infancia. Hoy he abierto la puerta de su cuarto y me he encontrado con un vacío inmenso. Una soledad que de repente inundó todo mi ser. Esa habitación estaba vacía, completamente vacía. Todo rastro de él parecía que había desaparecido, como si nunca hubiera existido. Solo pensé que en todo lo que ocurrió había podido ser un simple sueño. Entré esperando encontrar algo, una pista que me dijera que nada de lo ocurrido fue un sueño. Pero no había donde mirar, todo estaba vacío. Cuando fui a salir vi una notita detrás de la puerta, estaba firmada por el Sargento, no dude en cogerla ni un instante, segundos después me puse a leerla.
“Querido Don Fuyuki, gracias por todo. Gracias por creer siempre
plenamente en nosotros, gracias por ser mi mejor amigo y por acompañarme
a comprar mis preciadas maquetas. Los días se nos acabaron para invadir
Pokopen, querían enviar a otros keronenses pero no lo hemos permitido. Después
de estos años hemos sabido lo que es vivir en compañía de otros seres. Y en especial con vosotros. Nos volveremos a ver, lo prometo. Cuidaros mucho hasta entonces,
que nosotros también lo haremos. Un saludo muy grande de la tropa de Keroro”.
Los ojos se me empañaron, creo que es porque estaba empezando a llorar, pero no solo yo, también Natsumi. Aunque siempre estuvieran guerreando en el fondo se querían. Pero al saber que no es un adiós decisivo podemos estar tranquilos, estaremos esperando su llegada una vez más.