—¿Acaso no vas a responder, Abby? —preguntó, sin moverse de su lugar; dirigí mis ojos a su rostro, ya que había apartado la vista, y me sorprendí al notar que tenía el ceño fruncido—. ¿De quién te enamoraste? —¿Para qué quieres saberlo? —gruñí mientras que me levantaba del sofá—. ¿Ahora sí tienes tiempo para mí?