«Cuando empecé a subir las escaleras, tan solo un suspiro logró escapar de entre mis labios. Era poco decir que estaba nerviosa, y que mis piernas no dejaban de temblar. Tan solo pedía que un milagro ocurriera entre hoy y mañana, pero sabía que no iba a pasar. Entonces, todo pasó muy rápido. Yo, temblando como gelatina, me situé en primera fila. Mi amiga, nerviosa al igual que yo, no dejaba de chillar, ansiosa por que el concierto empezara. De un momento a otro, la música comenzó a invadir el local, retumbando en las paredes. Penetró fuertemente mis oídos, y los focos alumbraron a D5. Comenzaron a tocar una de sus canciones, cuando el cantante principal fijó su mirada en mí...»