Canción de las Alas:
Todo comenzó con una noche negra,
sin estrellas y con nubes oscuras.
Las luciérnagas me observaban atentas,
ellas no dejaban de mirarme.
Cuando me di vuelta las cosas cambiaron,
los días ya no eran del mismo modo,
mi vida era un riesgo,
se llenó de pesadillas.
Yo tenía que elegir un camino,
mi decisión hacía el futuro.
El amor es ciego,
lo peor es que no lo sabía.
Los ojitos dulces te harán dudar,
ellos quieren ganar;
hazme el favor de estar atento, niño,
no son la mejor compañía.
Las alas tienen un límite,
ellas siempre están a tu lado,
te protegen con todo su ser,
pero hasta un punto determinado.
Cuando morimos, nacemos de nuevo,
nosotros somos nuestros asesinos;
hay miles, pero acabaremos.
El futuro siempre es el mismo, se repite;
niño, cambia nuestro destino.
No cierres los ojos, jamás.
No te dejes llevar, nunca.
Las alas invisibles dependen de vos,
forjarás el futuro y tu destino.
No formes guerras, no,
pensá antes de actuar, por favor.
Samantha Rivera y María Victoria Arellano.
No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes y actitudes contrarias. María Victoria era dueña de si misma, Samantha era una chica insegura. Sus manos parecían ser hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección.
Samantha era su pequeña.
Está historia no me pertenece, todos los derechos a su autor original.