Ella se levantaba como cada mañana, para enfrentarse a una realidad que no encajaba en su cabeza , ella , se levantaba se quedaba mirando al techo absorta sin saber muy bien que hacer , su gran dilema , dormir o levantarse , normalmente se acababa decantando por lo último , muy a su pesar . Ella se vestia , se lababa la cara , ella se peinaba y acababa de desayunar para ir cinco dias a la semana , siete o seis horas durante nueve meses al instituto , la verdad , no se donde vive , ni a que instituto va , solo sé , que durante unos breves minutos al día me dejaba observar el mundo a traves de sus ojos , cuyo color no sabría escribir con exactitud , además del privilegio de observarla a ella y a su mundo ,tambien me dío el permiso de escribir sobre todo aquello que mis ojos marrones pudiesen observar de ella.
No caminaba como el resto de las personas o chicas de su edad ella bailaba con cada movimiento con una música nunca oida , en su mente había de todo , tanto que dolía o tal vez maravillaba de solo imaginar lo que es capaz de pensar una sola persona , yo , nunca nadé tan agusto en unos pensamientos que no fueran los suyos . Así tan ella y tan absorta iba camino a esas tortuosas horas donde el aprendizaje resultaba paulatino y aburrido , un día , un día normal , no recuerdo si era lunes o jueves , domingo o viernes , ella se encontró con una puerta en medio de la calle , la miró con la curiosidad con la que solo los gatos miran , y allí se quedo espectante , nadie parecía verla salvo ella , uno cualquiera habría cruzado la puerta puesto que la puerta no estaba ni del todo abierta ni del todo cerrada , mientras que ella se paro ante la puerta, cogio aire y con un suave golpe de nudillos toco tres veces , tal vez esperando respuesta , o tal vez por que le gustaba comprobar la calidad de la madera , la madera de aquella puerta era escepcionalmente hermosa, y ella paciente esperó una respuesta de aquella llamada .
El sonido de la moto cortaba el silencio de la noche como un rugido salvaje.
Azael no miraba atrás. Nunca lo hacía.
Sus ojos ocultos, tras las gafas oscuras, reflejaban la carretera como un abismo. Bajo la cazadora de cuero, las cicatrices que cruzaban su espalda ardían como si alguien las hubiese dibujado con fuego. No recordaba cómo se las hizo. No quería recordarlo.
Lo único que sabía era que había algo dentro de él que era normal. Algo que latía diferente, que lo separaba del resto. No era solo su forma de hablar con voz ronca y segura. Era algo más oscuro. Más antiguo.
Y por eso estaba huyendo.
O eso creía...hasta que apareció ella.
Una chica con mirada de diosa y boca de pescado. Piel de luna, alma de tormenta. Selene.
Desde el primer día, lo odiaba. Lo sabía sin necesidad de palabras. Le odiaba por cómo caminaba, por cómo la miraba, por cómo la hacía sentir. Porque con un solo roce de su voz, ella se encendía por dentro.
Y lo peor era que él también lo sentía.
La necesitaba.
Pero si la tocaba...se destruirían.
Porque el mundo que los rodeaba no era tan humano como creían.
Porque los secretos de ambos eran más oscuros que sus miradas.
Y porque cuando el fuego y la oscuridad se rozan...arde todo.