El peso de la inmortalidad y la culpa es demasiado grande como para vivirla en soledad. El egoísmo es un recurso mezquino capaz de satisfacernos, pero imposible de solventar cuando se vuelve en nuestra contra y quedamos sumidos en la soledad de nuestros actos. Laertes supo lidiar con la culpa de transformar a la pequeña e inocente Claudia al conseguir egoístamente sus propósitos, pues la compañía de su hermana fue más que suficiente por un tiempo... pero el conflicto se agravó cuando ella tomó conciencia de lo que la inmortalidad acarreaba, sufriendo las consecuencias de vivir un siglo encerrada en un cuerpo de niña. Tras el traumático desenlace, Laertes vio como su mayor temor se cumplía, viéndose solo y cada vez más sumido en la locura de una existencia sin sentido. Él mismo sucumbirá y se verá atrapado en un bucle distorsionado del momento en el que era castigado a sufrir las consecuencias de sus actos, incapaz de abstraerse de algo que marcó la vida de su hermana, consciente de una culpabilidad que se repetí una y otra, y otra vez al continuar ¨empujando¨ esa piedra. Esa piedra controla su vida y nada más parece importar hasta que Claudia regrese a él y acepte su perdón.
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