Jongin se marchó una tarde de otoño sin despedirse ni mediar explicación, y desde aquel día, los ojos de Taemin se perdían en la oscuridad de su vacía habitación, su cuerpo deslizándose entre el eco de bailes que aminoraban su desencanto. El cuarto abandonado de Jongin seguía siendo el escondite de su tristeza, esa que sellaba su corazón en espera de que él volviera.
Pero Jongin no volvería, y un nuevo inquilino llegó.
Minho se ha mudado junto a sus padres y su hermana a una nueva casa en un tranquilo vecindario de Seúl, adueñándose de la habitación al fondo del pasillo, donde descubrirá una plataforma que desemboca directamente en la ventana de al lado.
Taemin siente pura e intensa ira, a Minho lo embarga la fascinación. La ausencia de Jongin está presente como cortina de hierro, y mientras Taemin se niega a reemplazarlo, Minho insiste en ganarse su atención.
¿Cuánto cuesta mantener una promesa si tienes roto el corazón?