Cristina era una estudiante estrella en todas sus materias, excepto en una: inglés. Siempre le echó la culpa a la profesora que le tocó en la Preparatoria, pero lo cierto es que desde secundaria había tenido problemas con eso. Maldecía poder resolver 10 ecuaciones de tercer grado en 30 min., pero no ser capaz de conjugar un verbo en inglés más allá de la tercera persona. Todo cambiaría cuando Tom llegó a adjuntar en la materia, todo, incluso su vida. Desde su humor hasta su respiración girarían en torno al joven profesor quien atento a esa, la más curiosa de sus alumnos, daría la mejor de las lecciones, para una chica que apenas empezaba a entender cómo funcionaba la vida.