-Tú eres mía, no puedes escapar de mí. Su voz me abrumaba, aquel que en algún momento amé ahora me miraba con desdén. Sin emociones. Me aterraba, debía huir. Mi vida corría peligro. -No puedes tenerme siempre encadenada a ti. Esta vez le respondí de forma autoritaria, debía mantener mi postura frente al Alfa de la manada. Aunque... Posiblemente ya estaba dentro de las fauces del lobo.
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