26 capítulos Concluído Desde que tengo memoria, siempre he preferido la soledad. No porque odie a las personas, sino porque el ruido del mundo siempre ha sido demasiado para mí. En la universidad, me he convertido en un espectador de la vida, alguien que observa desde la distancia sin intervenir. No hay sobresaltos, no hay emociones desbordantes, solo la tranquilidad de mi rutina y los libros que me acompañan.
Sin embargo, todo cambió una noche.
La luna brillaba con un fulgor extraño, como si el cielo mismo estuviera a punto de revelar un secreto. Caminaba por el parque cercano a la universidad, sumido en pensamientos sobre mi última clase, cuando un resplandor dorado apareció ante mis ojos. Delante de mí, entre los árboles, se formó una especie de portal reluciente. Antes de que pudiera reaccionar, una chica cayó a través de él, aterrizando justo frente a mí.
-¡Ay! -se quejó la chica, llevándose una mano a la cabeza.
Di un paso atrás, sorprendido, pero luego me acerqué con cautela. La joven tenía el cabello largo y castaño, y sus ojos brillaban con una energía chispeante. Su vestido, hecho de una tela etérea y resplandeciente, parecía sacado de un cuento de hadas.
-¿Estás bien? -pregunté con voz baja y prudente.
La chica levantó la vista y sonrió, con una expresión que iluminó la oscuridad a su alrededor.
-¡Hola! Soy Lara -dijo con una alegría desbordante-. Parece que he aterrizado en un mundo diferente.
Parpadeé, sin saber cómo responder. ¿Mundo diferente? ¿Qué significaba eso? Mi vida monótona y racional acababa de volcarse en algo imposible. Pero cuando vi la sinceridad en los ojos de Lara, supe que mi mundo nunca volvería a ser el mismo.