Sibylle se había criado en el nuevo mundo, en el mundo apocalíptico en el que tu peor pesadilla era estar más allá de las murallas que te ocultan y protegen de las barbaridades que cuentan que hay en el mundo exterior, y por lo que le enseñaban de pequeña aquel miedo estaba totalmente justificado. Ella era una persona solitaria, tal vez incluso un poco aburrida de la vida, sin amigos y con una casi nula relación con su familia, pero si algo tenía ella en común con el resto de la población era que no tenía ni una pizca de curiosidad por saber lo que había más allá del muro de piedra que rodeaba su ciudad. Para ella todos los días eran iguales, lo único que realmente la amargaba era su delicada condición médica, debido a la cual sufría de repentinos cambios de estado y vómitos con gran constancia aparte de una baja tolerancia a cosas a las que otras muchas personas estaban acostumbradas, debido a aquello decidieron hacerle una prueba para saber qué era lo que le ocurría. Cuando la mañana siguiente despertó al otro lado de la muralla con solo un poco de comida, agua y ropa de cambio empezó a entender por qué ella siempre había sido diferente.
"Las vacunas, las murallas, todo el mundo que la sociedad ha creado es para protegernos del virus IMT, para que el ser humano sobreviva"-me dijo mi profesora.
"El meteorito trajo la desgracia al mundo con un virus que transforma a las personas en monstruos"-escuché en un discurso dado por el gobernador en la televisión.
"Debemos exiliar a todos los contagiados por el bien de la supervivencia humana, los monstruos deben ser destruidos, los humanos y los monstruos no pueden convivir"-le escuché decir a mi madre cuando le dieron los resultados.